Un precioso día de Abril se abre ante nosotros para darnos pie a salir para hacer lo que más nos gusta, divertirnos mientras hacemos fotos.
Bajo la atenta guía de Mari Carmen, que ya hizo los deberes la semana pasada, fuimos a un pueblecito encantador en el valle del Guadiaro, la Estación de Jimera de Líbar.
Aparcado el coche, cogimos el equipo y nos dirigimos al punto en concreto, una cascada que abastece el Guadiaro el cual discurre amplio y crecido tras las lluvias de los días pasados.
El lugar no es descriptible con palabras, la primavera ha llegado y lo ha hecho vistiendo el campo, antes triste y seco, de colores y vida radiante en todos sus rincones.
La cascada en cuestión no era grande pero si daba mucho juego con la cámara, nada más verla todos tiramos las mochilas al suelo y sacamos todo el arsenal que traíamos, cada uno a una parte de la cascada para no estorbar a los demás y que se lo digan a Mari Carmen que cruzó el río para tener su propio punto de vista, los demás no fuimos tan atrevidos y preferimos explotar la otra parte de la cascada.
Terminado dicho punto nos fuimos a otro lugar tan fotogénico como el anterior, la pasarela de las vías del tren donde se podía apreciar la simbiosis entre lo natural y lo artificial, la hora y por tanto la luz no acompañaban mucho a las fotos pero traían consigo otra cosa, ¡hambre! No perdimos mucho tiempo y nos fuimos al restaurante que Mari Carmen reservó. Tras la comida con la tranquilidad que el sitio requería no pusimos de vuelta para casa.
En conclusión un día fantástico.













